La Escuela Municipal de Teatro Pilar Rey ultima en estas fechas la puesta en escena de Don Juan (el Burlador de Sevilla), una adaptación del mito clásico llevada a cabo por el director de la Escuela, Carlos de León, a partir de los textos de Tirso de Molina, Zorrilla y Molière. Estos días hemos tenido la suerte de que realizaran algunos ensayos en la Biblioteca. Encontrarás varias fotos en nuestro perfil en Facebook y también en nuestra página en Flickr.
El espectáculo estará ilustrado con los dibujos de Joel Pérez y promete mostrarnos una visión diferente de este mítico personaje, utilizando elementos sorprendentes. No dejes de disfrutarlo el próximo 31 de octubre, víspera de Todos los Santos, a las 20:30h en el Teatro Circo de Marte.
lunes, 15 de octubre de 2012
miércoles, 10 de octubre de 2012
Este trimestre recomendamos… los premios Nobel y el teatro
Coincidiendo con la concesión en
el segundo jueves de octubre del máximo galardón de las letras universales, nuestra
lectura recomendada para el último trimestre del año se centra en los (pocos) dramaturgos reconocidos con el Nobel de
Literatura desde que se concedió por primera vez en 1901, y también en
aquellos que, habiendo cultivado otros géneros literarios, han abordado ocasionalmente el teatro como forma de
escritura. Estos son algunos de los títulos que podrás encontrar en la Biblioteca.
Jacinto Benavente
(Premio Nobel, 1922). Comedias y dramas. Gracias a la donación realizada
en su día por la fundación José Antonio de Castro la Biblioteca cuenta con buena
parte de la producción teatral más representativa del estilo benaventino tanto en sus inicios como
dramaturgo -un estilo caracterizado por sus ágiles diálogos, sus argumentos
mínimos, los discursos poco ampulosos y la exploración psicológica de los
personajes, especialmente los femeninos- como en su etapa de mayor madurez,
donde se hace patente el sentido moral de la acción y el equilibrio entre lo
estético y la intención amena. Títulos como El
nido ajeno, La noche del sábado, Rosas de otoño y, por supuesto, Los intereses creados, entre otras
muchas, figuran en estos dos volúmenes de la Biblioteca Castro.
George Bernard Shaw (Premio
Nobel, 1925) Santa
Juana. Considerado como uno
de los mayores autores teatrales de la literatura británica, Bernard Shaw fue
el más incisivo crítico social y el mejor crítico teatral y musical de su
generación. Maestro de la ironía y de la risa mordaz, Santa Juana es quizá su obra cumbre, escrita con el propósito de
ignorar todas las limitaciones de la escena impuestas por el siglo XIX. La
figura de la Doncella
de Orleans domina una rica reconstrucción histórica en la que destella la
habilidad del autor para el manejo de la oposición dramática, la ironía del
lenguaje y la absoluta libertad del planteamiento, extendiendo la acción desde la Edad Media hasta el
presente.
Eugene O’Neill (Premio Nobel,
1936) Largo viaje hacia la noche. La obra póstuma de O’Neill es también considerada su
obra maestra, una acerada crónica autobiográfica sobre un día en la vida de una
familia en pleno proceso de descomposición. A pesar de que sus instrucciones escritas estipulaban
que sus obras no debían publicarse hasta 25 años después de su muerte, la obra
se dio a conocer solo tres años después de su fallecimiento, siendo aclamada de
forma inmediata por la crítica. Figura clave del teatro estadounidense, O’Neill
explora en las partes más sórdidas de la condición humana a través de personajes
que viven en los márgenes de la sociedad y que luchan por mantener sus
esperanzas y aspiraciones, aunque suelen acabar desilusionadas y cayendo en la
desesperación.
Samuel Beckett
(Premio Nobel, 1969) Teatro Reunido. Aparecen aquí las principales
obras del extraordinario dramaturgo irlandés, desde la inicial Eleuteria, a la revolucionaria Esperando a Godot y la crepuscular Fin de partida. Así reunidas se aprecia
no sólo con nitidez la evolución de su obra, sino también la genialidad de un
autor que revolucionó la literatura y el teatro contemporáneos hasta el punto
de modificar nuestra concepción del mundo. Probablemente ningún otro autor –ni
siquiera Brecht- haya ejercido una influencia tan indiscutible en el teatro de
la segunda mitad del siglo XX y principios del XXI.
Darío Fo (Premio Nobel, 1997) No
quemen a la bruja. El Papa y la bruja. Muerte accidental de un anarquista. Ocho
monólogos. El
jurado sueco provocó no poco estupor e incluso alguna que otra protesta airada al
conceder al actor y autor Darío Fo el Nobel de Literatura. "Emulando a los juglares de la Edad Media, critica
severamente a la autoridad y restituye la dignidad a los oprimidos", fue
la justificación del galardón. Lo cierto es que la obra de Fo –y de su
inseparable Franca Rame- combina de forma acertada la aguda observación y denuncia de tono político
con la comedia más desternillante, combinación que favorece que sus obras se
repongan continuamente en todo el mundo.
Elfride Jelinek
(Premio Nobel, 2004) No importa. Una pequeña
trilogía de la muerte. La revista Primer Acto dedicó un número especial en 2007 a la controvertida
autora austriaca, gracias al cual contamos con una muestra de su teatro, poco
traducido en nuestro país pese al Nobel –no así sus novelas, algo a lo que ya
estamos tristemente acostumbrados-. Entre sus preocupaciones figuran la crítica
social, el análisis de la condición de la mujer y el desarrollo de un lenguaje
propio, muchas veces devenido en verdadero protagonista de sus obras. "Soy
elogiada como autora dramática cuando en realidad yo no sé nada de teatro. Escribo contra el teatro. No me imagino
nada más absurdo que personas vivas en un escenario", aseguró en su día
esta feminista a ultranza y defensora
de las ideas de la izquierda.
Mario Vargas Llosa (Premio
Nobel, 2010). La
Chunga. Aunque consagrado como novelista, el último Nobel en
lengua española es un autor muy vinculado a la escena, hasta el punto de que el
Teatro Español ha anunciado que estrenará a partir de esta temporada toda la producción escénica del escritor hispano peruano. En la biblioteca puedes leer La Chunga
una obra sobre “el amor, el deseo, los tabúes, la relación entre un hombre y
una mujer, los usos y costumbres de cierto medio, la condición femenina en una
sociedad primitiva y machista y la manera como estos factores objetivos se
reflejan en el ámbito de la fantasía”.
Por supuesto en esta breve relación echamos de menos a autores como nuestro José Echegaray (¿por qué no?), Maeterlink, Hauptmann, Gao Xingjian, o del propio Jean Paul Sartre, además de las obras de Elias Canetti o Günter Grass. Y muchos más títulos de los escritores ya reseñados. Son las asignaturas pendientes de nuestras estanterías, que procuraremos ir completando en los próximos años.


Luigi Pirandello (Premio Nobel,
1934) Seis personajes en busca de autor. Cada cual a su manera. Esta noche se
improvisa. Pirandello
obtuvo el Nobel “por su
reactivación audaz e ingeniosa del arte dramático y escénico”. Las tres obras
que componen este volumen, unificadas por su autor como “teatro en el teatro”, constituyen
el mejor exponente de uno de los más grandes autores de la historia del teatro.
En estas obras se reflejan las ideas filosóficas del autor, como la existencia
de un arraigado conflicto entre los instintos y la razón, que empuja a las
personas a una vida llena de grotescas incoherencias; igualmente considera que
las acciones concretas no son ni buenas ni malas en sí mismas, sino que lo son
según el modo en que se les mire; y, por último, cree que un individuo no posee
una personalidad definida, sino muchas, dependiendo de cómo es juzgado por los
que entran en contacto con él. Los personajes de Pirandello encuentran la
realidad sólo por sí mismos y, al hacerlo, descubren que ellos mismos son
fenómenos inestables e inexplicables. Su profundo pesimismo y su pesar por la
condición confusa y sufriente de la humanidad se expresa a través de un humor
en ocasiones macabro y desconcertante.

Albert Camus (Premio Nobel,
1957) Calígula. Principalmente valorado como novelista y ensayista, Albert Camus (al igual
que Sastre, al que también se le concedió el Nobel en 1964 aunque lo rechazó),
encontró en el teatro no sólo un instrumento en el que volcar su pensamiento
filosófico ligado al existencialismo, sino una forma literaria que alcanza sus cotas
más elevadas en obras como Calígula, un título que continúa
reponiéndose una y otra vez en todos los teatros del mundo y que refleja las contradicciones de la
vida humana y denuncia el ejercicio del poder contra el hombre y las ideologías
que matan en nombre de la justicia.



Harold Pinter (Premio Nobel,
2005) Un ligero malestar. La última copa. Recibido con alborozo por toda la profesión teatral
–e idéntico disgusto por parte de libreros y editores- el premio a Harold Pinter constituyó
en realidad un reconocimiento al fructífero teatro británico de la segunda
mitad del siglo XX. La
Academia Sueca señaló en su argumentación que Pinter deja al
descubierto en sus dramas "el precipicio que hay detrás de la conversación
diaria y que irrumpe en los espacios cerrados de la opresión". Pinter
comenzó La trayectoria de este autor de culto comenzó con un punto de vista de
base existencialista en los años cincuenta y sesenta (época de Un ligero malestar en la que crea una situación de gran tensión dramática a partir
de una conversación cotidiana), para posteriormente adoptar un tono cada
vez más político (etapa a la que corresponde La última copa, con la tortura como telón de fondo).

Por supuesto en esta breve relación echamos de menos a autores como nuestro José Echegaray (¿por qué no?), Maeterlink, Hauptmann, Gao Xingjian, o del propio Jean Paul Sartre, además de las obras de Elias Canetti o Günter Grass. Y muchos más títulos de los escritores ya reseñados. Son las asignaturas pendientes de nuestras estanterías, que procuraremos ir completando en los próximos años.
martes, 9 de octubre de 2012
Nueva cita del club de lectura
La sesión del Club de Lectura de este mes de octubre tendrá lugar el día jueves 18, a las 20:10 horas (la sesión empezará a las 20:30). En esta ocasión, Mari Carmen Cabrera Monzón (Pamen, para los amigos) nos presentará Un día de trabajo, de Truman Capote, un escritor homosexual que se codeaba con la crème de la crème de
la sociedad de la época. Veremos hasta que punto todo esto, y más
cosas, influyó en su forma de escribir.
Mientras tanto ahí van las conclusiones de la sesión anterior:
El pasado 20 de septiembre, contamos en nuestro Club de Lectura con la presencia de Roberto A. Cabrera, escritor de la Isla. Aunque nuestra primera intención fue ponerlo en un aprieto, finalmente nos mostramos compasivos. De su variada obra, que consta también de poemas, cuentos y una novela, elegimos un libro curioso. Creímos que era un catálogo, pero no: el autor nos aclaró que fue concebido como un juego: una suerte de puzzle, o de modelo para armar, al estilo de Cortázar. A medio camino entre obra literaria y objeto de culto, debería haber tenido el formato de un cuaderno que se pudiera abrir indistintamente por cada uno de sus dos lados, y volver a mirarlo con sólo darle la vuelta y ponerlo del revés. En su interior, algunas de las esculturas del artista tinerfeño Román Hernández debían haber servido de anécdota para una serie de relatos cortos.
La elección no fue fácil, habríamos podido elegir cualquiera de ellos. De hecho, finalmente comentamos varios. Pero, como todos sabemos, y sufrimos, que el tiempo no es ilimitado, ofrecimos al autor que leyera, él, uno de nosotros, incluso, nadie, sólo uno de sus textos. El vencedor fue Sueño de anatomista fabulador y enigma del huesecillo: la pesadilla de un profesor de anatomía, que aterrado ve como sus alumnos no toman nota de lo que él dicta, y acaba, como no, tendido en su propia mesa de disección, bajo la atenta mirada de esos alumnos inmisericordes. Lejos de buscarle interpretaciones psicoanalíticas, por respeto al autor y porque a ninguno de los presentes nos importaba un pimiento el psicoanálisis, esa horrorosa quimera, en la tertulia nos entretuvimos mejor hablando de cosas más serias, y al mismo tiempo entretenidas. En concreto, de la difícil relación entre las artes y los artistas.
En el mundo en que vivimos, de globalizaciones, contrariamente a lo que cabría pensar, el que las fronteras desaparezcan no parece estar facilitando los encuentros. Y el hecho de que en nuestra reciente tradición, que ya es posmoderna, se buscara la manera de mezclar las artes, no quiere decir que la relación entre los artistas haya mejorado. ¿Quién habla de dialogar? Lo que impera es la guerra de siempre, el arte de manipular al otro hasta someter su arte. Y si uno no tiene arte propio, pues mejor: más fácil es someter al otro si lo que uno tiene es un vacío tan grande como un agujero negro.
Como broche final de la sesión, el autor nos regaló a cada uno un ejemplar firmado de su obra; y nosotros le correspondimos, pues educados sí que somos, con un cuento escrito para la ocasión, que se titula La ciencia de los condones (en alusión a un par de esculturas de la obra y sus textos correspondientes: Sueño de anacoreta o apología de la castración y Sueño de castrato enamorado; este último, una exquisitez lírica).
Mientras tanto ahí van las conclusiones de la sesión anterior:
El pasado 20 de septiembre, contamos en nuestro Club de Lectura con la presencia de Roberto A. Cabrera, escritor de la Isla. Aunque nuestra primera intención fue ponerlo en un aprieto, finalmente nos mostramos compasivos. De su variada obra, que consta también de poemas, cuentos y una novela, elegimos un libro curioso. Creímos que era un catálogo, pero no: el autor nos aclaró que fue concebido como un juego: una suerte de puzzle, o de modelo para armar, al estilo de Cortázar. A medio camino entre obra literaria y objeto de culto, debería haber tenido el formato de un cuaderno que se pudiera abrir indistintamente por cada uno de sus dos lados, y volver a mirarlo con sólo darle la vuelta y ponerlo del revés. En su interior, algunas de las esculturas del artista tinerfeño Román Hernández debían haber servido de anécdota para una serie de relatos cortos.
La elección no fue fácil, habríamos podido elegir cualquiera de ellos. De hecho, finalmente comentamos varios. Pero, como todos sabemos, y sufrimos, que el tiempo no es ilimitado, ofrecimos al autor que leyera, él, uno de nosotros, incluso, nadie, sólo uno de sus textos. El vencedor fue Sueño de anatomista fabulador y enigma del huesecillo: la pesadilla de un profesor de anatomía, que aterrado ve como sus alumnos no toman nota de lo que él dicta, y acaba, como no, tendido en su propia mesa de disección, bajo la atenta mirada de esos alumnos inmisericordes. Lejos de buscarle interpretaciones psicoanalíticas, por respeto al autor y porque a ninguno de los presentes nos importaba un pimiento el psicoanálisis, esa horrorosa quimera, en la tertulia nos entretuvimos mejor hablando de cosas más serias, y al mismo tiempo entretenidas. En concreto, de la difícil relación entre las artes y los artistas.
En el mundo en que vivimos, de globalizaciones, contrariamente a lo que cabría pensar, el que las fronteras desaparezcan no parece estar facilitando los encuentros. Y el hecho de que en nuestra reciente tradición, que ya es posmoderna, se buscara la manera de mezclar las artes, no quiere decir que la relación entre los artistas haya mejorado. ¿Quién habla de dialogar? Lo que impera es la guerra de siempre, el arte de manipular al otro hasta someter su arte. Y si uno no tiene arte propio, pues mejor: más fácil es someter al otro si lo que uno tiene es un vacío tan grande como un agujero negro.
Como broche final de la sesión, el autor nos regaló a cada uno un ejemplar firmado de su obra; y nosotros le correspondimos, pues educados sí que somos, con un cuento escrito para la ocasión, que se titula La ciencia de los condones (en alusión a un par de esculturas de la obra y sus textos correspondientes: Sueño de anacoreta o apología de la castración y Sueño de castrato enamorado; este último, una exquisitez lírica).
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