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Rafael Fernández, uno de los mayores estudiosos del teatro canario |
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La obra de Ángel Camacho es un claro ejemplo de lo que Ruiz Ramón denomina el paso del realismo a la alegoría, cambio que se observa en otros autores peninsulares: Lauro Olmo, Muñiz, Martín Recuerda, etc. Éste es un proceso que abarca de 1962 a 1978, aproximadamente. Como muchos escritores teatrales, Camacho se ha adentrado en diversas posibilidades dramáticas y escrito para otros públicos: el café teatro, la pantomima, el teatro infantil (al que tiene especial devoción.) [...] Es interesante comprobar que la alegoría social, polisémica, de Los Huéspedes -presidida por un pesimismo catastrofista- es casi coetánea de Nana para unos ojos sin sueño: la primera estrenada en 1978 y la segunda, escrita en 1977: son los dos polos de la búsqueda de un lenguaje dramático propio.
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El ciclo creativo de Ángel Camacho sería del realismo a la introspección psicológica pasando por la alegoría. Así pues, del realismo más o menos crítico, a la metáfora social y de ésta al adentramiento en los temas en que el hombre busca dar respuesta a esenciales interrogantes de la existencia, encarnados en personajes a los que disecciona con el escalpelo del diálogo introspectivo. Paralelamente, se corresponde a la actitud discursiva, una arquitectura teatral más compleja, más elaborada, cuyo precedente está en Symposium.
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La actual etapa está representada por El último engaño y algunas otras obras más que esperan ver la luz. Los dos rasgos relevantes son: primero, el acercamiento -ya ensayado desde Nana para unos ojos sin sueño- a factores propios de lo que en la década de los sesenta se denominó cultura de los mass media. Es decir, una mayor aproximación a las butacas por claves emocionales y efectistas, que apelan a la complicidad del espectador. Segundo, la búsqueda de la espectacularidad, herencia de la renovación teatral que se cierra en el inicio de los años setenta. Hoy se ha llegado a una etapa de "compromiso", casi ecléctica en cuanto a la defensa de las diversas dramaturgias y del "teatro del cuerpo".
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El teatro de Ángel Camacho ha ido respondiendo -adecuándose como un guante a su mano- a los estímulos que el entorno socio-histórico ha proyectado en su venero creativo. Así, en su largo itinerario nos ha dejado un abigarrado haz de obras.
Rafael Fernández Hernández
Introducción a "El último engaño"
Gobierno de Canarias, 1990
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