Escena séptima: La Familia, La vida
(A través del cuello del Gran Traje han salido los padres de Niña Pequeña. La Mujer del Traje aparece por detrás entre ellos y los rodea con sus brazos.)
Mis padres me enseñaron muchas historias. A mí me gustaba sentarme entre ellos y escucharles y tenerles así tan cerquita, y abrazarlos. En esos momentos me sentía la persona más feliz del mundo y sabía que nada podía sucedernos. Podíamos pasarnos horas y horas de esta manera. Hablábamos de todo: de las nubes, del sonido del corazón, del colegio, del porqué me crecían rápidamente las uñas de los pies, del horizonte que nunca se alcanza... de todo.
En cuanto empezábamos a oler el aire de la primavera, nos alegrábamos mucho, muchísimo, porque sabíamos que el frío se había ido con el invierno y que el calor, y las mariposas, y el calor y las moscas y la hierba y los olores los colores, los pájaros, el calor y sobre todo ¡las flores! Todo, todo se sacudía el frío de la cabeza y de los pies y salía a la calle a respirar el aire nuevo de la primavera. Toda la familia se ponía en marcha porque empezaba nuestro trabajo. Nos dedicábamos a recolectar y a plantar las flores más olorosas y de colores más hermosos. Muchas veces íbamos a países lejanos para encontrar la flor más azul, o la más grande. En esa época, el traje se llenaba de semillas que poco a poco iban creciendo y nuestra casa se transformaba en un jardín lleno de plantas y flores de todos los colores y tamaños.
(El traje se vuelve y está todo plagado de flores.)
Entonces íbamos al mercado y las vendíamos, o las regalábamos, o las cambiábamos por miel, o arroz, o zapatos... En esa época llenábamos la despensa, para tener comida durante todo el invierno, como las hormigas.
El Gran Traje
Julia Ruiz Carazo
ASSITEJ-España, 2003