La sesión del Club de Lectura de este mes de octubre tendrá lugar el día jueves 18, a las 20:10 horas (la sesión empezará a las 20:30). En esta ocasión, Mari Carmen Cabrera Monzón (Pamen, para los amigos) nos presentará Un día de trabajo, de Truman Capote, un escritor homosexual que se codeaba con la crème de la crème de
la sociedad de la época. Veremos hasta que punto todo esto, y más
cosas, influyó en su forma de escribir.
Mientras tanto ahí van las conclusiones de la sesión anterior:
El pasado 20 de septiembre, contamos en nuestro Club de Lectura con la presencia de Roberto A. Cabrera, escritor de la Isla. Aunque nuestra primera intención fue ponerlo en un aprieto, finalmente nos mostramos compasivos. De su variada obra, que consta también de poemas, cuentos y una novela, elegimos un libro curioso. Creímos que era un catálogo, pero no: el autor nos aclaró que fue concebido como un juego: una suerte de puzzle, o de modelo para armar, al estilo de Cortázar. A medio camino entre obra literaria y objeto de culto, debería haber tenido el formato de un cuaderno que se pudiera abrir indistintamente por cada uno de sus dos lados, y volver a mirarlo con sólo darle la vuelta y ponerlo del revés. En su interior, algunas de las esculturas del artista tinerfeño Román Hernández debían haber servido de anécdota para una serie de relatos cortos.
La elección no fue fácil, habríamos podido elegir cualquiera de ellos. De hecho, finalmente comentamos varios. Pero, como todos sabemos, y sufrimos, que el tiempo no es ilimitado, ofrecimos al autor que leyera, él, uno de nosotros, incluso, nadie, sólo uno de sus textos. El vencedor fue Sueño de anatomista fabulador y enigma del huesecillo: la pesadilla de un profesor de anatomía, que aterrado ve como sus alumnos no toman nota de lo que él dicta, y acaba, como no, tendido en su propia mesa de disección, bajo la atenta mirada de esos alumnos inmisericordes. Lejos de buscarle interpretaciones psicoanalíticas, por respeto al autor y porque a ninguno de los presentes nos importaba un pimiento el psicoanálisis, esa horrorosa quimera, en la tertulia nos entretuvimos mejor hablando de cosas más serias, y al mismo tiempo entretenidas. En concreto, de la difícil relación entre las artes y los artistas.
En el mundo en que vivimos, de globalizaciones, contrariamente a lo que cabría pensar, el que las fronteras desaparezcan no parece estar facilitando los encuentros. Y el hecho de que en nuestra reciente tradición, que ya es posmoderna, se buscara la manera de mezclar las artes, no quiere decir que la relación entre los artistas haya mejorado. ¿Quién habla de dialogar? Lo que impera es la guerra de siempre, el arte de manipular al otro hasta someter su arte. Y si uno no tiene arte propio, pues mejor: más fácil es someter al otro si lo que uno tiene es un vacío tan grande como un agujero negro.
Como broche final de la sesión, el autor nos regaló a cada uno un ejemplar firmado de su obra; y nosotros le correspondimos, pues educados sí que somos, con un cuento escrito para la ocasión, que se titula La ciencia de los condones (en alusión a un par de esculturas de la obra y sus textos correspondientes: Sueño de anacoreta o apología de la castración y Sueño de castrato enamorado; este último, una exquisitez lírica).
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