lunes, 1 de agosto de 2011

Un fragmento de "Symposium", de Ángel Camacho

Conferenciante. [...] Como el tiempo que nos han asignado a cada uno de los oradores es relativamente breve, he preferido limitar mi comunicación a ciertos aspectos del problema que, a mi modo de entender, son de gran utilidad. El primero de ellos se deduce del fenómeno producido por el aumento alarmante de semejantes prácticas en nuestros días. (Se ha iluminado un rincón del vestíbulo de una pensión de tercera categoría. Un mostrador con un timbre. Entra Gloria de la calle. Viste un abrigo blanco de verano. Trae una maleta y un neceser de viaje. Si al principio se muestra indecisa, luego avanza hasta el mostrador y pulsa el timbre nerviosamente. el Conferenciante no ha interrumpido su disertación.)... Una estadística redactada por la policía inglesa, demuestra que los arrestos por delitos de degradación sexual han aumentado en aquel país en un cuatrocientos a quinientos por cien, desde finales de la Segunda Guerra Mundial. Las detenciones por los mismos motivos, que eran de unas trescientas anuales, antes de la referida Guerra, subieron bruscamente a mil seiscientas, en el año mil novecientos cincuenta y dos... (Gloria insiste en la llamada. Nadie ha salido a recibirla.) No conocemos las estadísticas correspondientes a los últimos años... Pero, señores, ¿no les parece que serán escalofriantes?... (Se esfuma.)
(Gloria pulsa el timbre una y otra vez, mientras mira con recelo hacia la puerta de la calle. Da la impresión de que huye de alguien.)
Voz de Hombre. Va... ¡Va!... ¡¡Vaaaa!! ¡Demonio de prisa!... ¡¡¡Vaaaaa!!!... (Surgiendo de detrás del mostrador, con voz huraña.) ¿Qué quiere?
Gloria. Una habitación.
El Hombre. (La observa con curiosidad. Después con cierto interés, para terminar sonriendo y mostrándose amable y hasta servicial.) Muy bien, señorita... muy bien... ¿Con ventana a la calle o al interior? A la calle le costará...
Gloria. Me da lo mismo.
El Hombre. ¿Cómo dice?
Gloria. Que me da igual.
El Hombre. ¿Por una sola noche?
Gloria. No lo sé.
El Hombre. En ese caso, hay que rellenar esta ficha. ¿Su carnet...?
Gloria. ¿Es... necesario?
El Hombre. (Retardando.) Bueno... la policía... (Gloria le entrega dinero.) No se preocupe. Le daré la mejor habitación que tenemos, ¡con ducha y todo! (Entra Graciano.) Graciano, las maletas de la señorita... (Gloria y Graciano se entrecruzan una mirada.) ¿Espera a alguien...? (Gloria no ha oído la pregunta.) Señorita, le pregunto si espera a alguien, alguna visita.
Gloria. (Tajante.) ¡No!
El Hombre. (Entregando una llave a Graciano.) Ya sabes. La habitación doce. (A Gloria.) Espero que le guste. Si desea algo, toque el timbre que cuelga en la cabecera de la cama. Y si quiere utilizar la ducha, avise para abrirle la llave de paso.
Graciano. (Que ha cogido la maleta y el neceser.) Sígame, por favor.
(Gloria le sigue. Salen de escena.)
El Hombre. (Alzando la voz.) ¡Hay agua caliente! ¡El retrete está al fondo del pasillo, a la izquierda!... ¡Y no tire fuerte de la cadena, que se queda todo perdido!
(A medida que la luz del vestíbulo desciende se va iluminando la figura del conferenciante.)
Conferenciante. (Continúa su disertación, como si no hubiera sido interrumpida.) ... y si estudiar un enfermo, desde el punto de vista causal, es, por supuesto, una empresa difícil, lo es mucho más cuando nos encontramos con un problema como el que nos planteamos en esta sesión, que presenta una génesis confusa, diversa y variada... (Se esfuma.)

Ángel Camacho
Symposium
Aula de Cultura de Tenerife, 1983

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