lunes, 7 de mayo de 2012

Club de Lectura

Nuestro Club de Lectura vuelve a reunirse este miércoles, día 9, en torno al relato Beyle o el extraño hecho del amor, de W. G. Sebald. La cita es a las 20:00 horas y la presentación correrá a cargo de Yose Fernández. A continuación reproducimos el texto de Jorge Plaja con el análisis del anterior encuentro, sobre Mecánica popular, de Raymond Carver:

Mío o Mecánica popular: El cuento en sus múltiples versiones.

La obra de arte nunca nos llega virgen. Miguel Ángel era llamado “el oscuro” hasta que limpiaron la Capilla Sextina, le quitaron la carbonilla de las velas que se había ido acumulando en la cúpula durante cientos de años, y las pinturas recobraron su luminosidad original. El Clasicismo se ha asociado siempre a la pureza del mármol de los monumentos griegos, hasta que se descubrió que el Partenón estaba originariamente pintado de horteras colores rosas y azules. Entonces, ¿dónde está la verdad: en los originales o en cómo han ido cambiando con el tiempo?

Raymond Carver
En 2009 el editor Jonathan Cape anunció a bombo y platillo la edición del original de De qué hablamos cuando hablamos de amor, de Raymond Carver. Como explican en el prólogo, los restauradores no hicieron más que respetar la voluntad del autor, que antes de morir le había prometido a su mujer, Tess Gallagher, publicar un día los relatos tal como eran antes de que se los modificara su editor, Gordon Lish. Para ello, los restauradores, William L. Stull y Maureen P. Carroll, se hicieron con los manuscritos originales (conservados en la Lilly Library de la Universidad de Indiana) y transcribieron las palabras mecanografiadas que estaban bajo las modificaciones y tachaduras del editor, no sin antes haber corregido las “omisiones obvias de palabras, faltas de ortografía e incongruencias de puntuación”. Así, resulta que el original sigue sin llegarnos: Primero lo modificó el editor, luego los diferentes traductores, ahora los restauradores y nuevamente los traductores del cuento restaurado. Por no hablar de los cambios que inevitablemente el lector introduce al leer. Así, resulta que, a lo peor (¿o a lo mejor?), los originales son inalcanzables; quién sabe ya si existen o no. Como dice Baudrillard, lo que habitualmente entendemos por realidad no es más que un simulacro del simulacro del simulacro de la realidad. Una realidad que quedó patente en nuestra tertulia, cuando leímos primero una de tantas versiones del cuento que corren por Internet, una traducción argentina, y luego la comparamos con las dos castellanas publicadas: del original del escritor, modificado por los restauradores, y la versión del editor. Y todas ellas modificadas también por el gusto de cada uno de nosotros.

No creo que en nuestra tertulia alcanzáramos ninguna verdad, pero fue un divertido disparate.

Jorge Plaja Rustein

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