lunes, 9 de enero de 2012

Club de lectura

Nuestros amigos del Club de Lectura vuelven a reunirse el próximo miércoles 18 de enero, a las ocho y media, esta vez para charlar en torno al relato Los asesinos de Ernest Hemingway (un cuento, por cierto, que podría tener una perfecta traslación a la escena). Mientras tanto, publicamos en análisis que en su primera sesión hicieron de Continuidad en los parques, de Julio Cortázar.


"El pasado día 14 estuvimos en la Biblioteca del Teatro hablando del cuento de Julio Cortázar Continuidad de los parques. Lo pasamos bien, en la charla surgieron muchas ideas interesantes, como las que voy a contaros, esas y otras que he encontrado por ahí.
¿Qué sabemos de… Continuidad de los parques, de Julio Cortázar?
Antes que nada, pues… que es un cuento. Decía la escritora inglesa Patricia Highsmith que el cuento es una narración breve, sencilla, sintética, que desarrolla una única anécdota con el objetivo principal de sorprender al lector en el último momento. Un intento como tantos de definir un fenómeno literario que en realidad es indefinible, por ser complejo, “caníbal”, capaz de servirse de una gran variedad de temas y técnicas; multiforme siempre, hasta el final, sin que por ello pierda nunca del todo las formas.

...Un cuento que además es fantástico…El territorio de la fantasía es algo que la mente humana ha inventado, en contraposición de lo ese otro territorio que llamamos “real”. El Realismo es un género literario que juega a copiar la realidad, tal como cierto tipo de fotografías o películas crean imágenes que nos parecen reales. Pero, paralelamente, hay esa otra literatura, fotografía y película que nos apartan de la realidad, presentándonos imágenes e historias que son increíbles, extrañas, extraordinarias.

En su Introducción a la literatura fantástica, Todorov describe tres tipos de relatos fantásticos, según estén más o menos alejados de la realidad: maravillosos, extraños y fantásticos, propiamente dichos. Maravillosos son los cuentos de hadas, que de principio a fin nos sitúan en un mundo irreal. Extraordinarias son, por ejemplo, las novelas y los cuentos policíacos, cuyo protagonista, el policía o investigador privado, logra finalmente dar una explicación razonable de los sucesos extraños. Finalmente, los relatos fantásticos nos mantienen en tensión entre la realidad y la maravilla.

Continuidad de los parques acepta múltiples interpretaciones, más o menos maravillosas: Un hombre lee una novela con tanta intensidad que hace que los personajes cobren vida; o bien, al leer, el mismo hombre entra en un estado de trance que le permite visionar su futuro; o dos historias corren en paralelo, como dos ríos, sin encontrarse nunca, sin tener nada que ver la una con la otra, sólo la aparente coincidencia de sus personajes. En fin, estas y muchas otras interpretaciones son posibles. A uno de nosotros, en la tertulia, se le ocurrió incluso invertir la prioridad de las dos historias, poniendo en primera plano la de los amantes. El lector del sillón sería, entonces, el mismo amante que, después de haber cometido su infidelidad consigue regresar a casa sin ser descubierto, pero con una angustia comparable a la de llevar clavado un puñal en el corazón… Otro de nuestros contertulios destacó el valor que, en el cuento, Julio Cortázar da a la sensación de leer: El culto al libro como objeto, que se extiende al sillón de lectura, a la habitación donde se lee y, más allá, al mundo entero, si cabe, que es transformado en el simple acto de leer, desde el momento mismo en que un lector amante de su lectura le es infiel a la realidad.

¿Y qué más sabemos?
Continuidad de los parques es una metaficción. El prefijo meta se refiere a lo que está “más allá de…”. Continuidad de los parques, más que un cuento, es un metacuento, porque se sale de la historia que cuenta, describiendo como el protagonista, y con él nosotros, vamos recreándola en nuestra mente. En realidad es un cuento sobre la lectura del cuento, que no sólo lo cuenta sino que lo lleva a la realidad, haciendo que surja directamente en nuestra mente, sin que notemos apenas su lectura, provocando que la historia nos llegue más viva que si simplemente nos la hubiesen contado.

La metaficción es una de las técnicas que característicamente utiliza el escritor posmoderno. Es un distanciamiento del relato, para, a diferencia del realismo, no llevarnos a engaño haciéndonos creer que lo escrito es real. Hay quien dice que metaficcionar es un acto moral, del escritor que no quiere manipular al lector; pero acaso sea una manipulación más sutil: Te hago creer que no te engaño, para poderte engañar mejor, le dice el lobo posmoderno a la caperucita de siempre.
La estructura o forma del relato es el ordenamiento, la composición, la organización de las diferentes partes en que puede dividirse el argumento. La estructura del cuento que analizamos favorece la confusión entre ficción y realidad, esos “dos parques”: El “parque” o nivel de realidad del lector-protagonista, en “continuidad” con ese otro de los amantes en el bosque, para, finalmente, confundirse los dos en ese lugar común que es la mansión.

El lugar central de estos espacios lo ocupa el lector-protagonista de la historia (y, por identificación, nosotros mismos, también lectores de la historia, pero a demás de la metahistoria, la historia de la historia). La mirada del lector, nuestra mirada, salta del libro al parque que se ve a través de la ventana, como en un televisor, y del parque nuevamente al libro, conectando ambos espacios, el “real” y el de la “ficción”, hasta finalmente fundirlos en uno solo, “real-ficticio”.

El ritmo forma parte de la música del relato, y, además de simplemente proporcionarnos deleite, marca la velocidad con que se suceden los acontecimientos. Para marcar esta velocidad, el escritor utiliza la longitud de la frase y los tiempos verbales: Las frases largas y un tiempo imperfecto, inacabado, nos dan una sensación de lentitud; mientras que las frases cortas, cortantes, y los tiempos acabados, o incluso la ausencia de verbos, nos meten prisa.

En la primera parte de Continuidad de los parques, hay frases largas, referencias constantes a lo real, cotidiano y habitual, y el tiempo es pretérito, para en conjunto darnos la impresión de lo que nos relatan son hechos reales. Luego, aplicando el truco propio de la literatura, el escritor aplica ese mismo trato a la ficción dentro del cuento, engañándonos, haciéndonos creer que lo ficticio es tan real como los hechos. Finalmente, las frases se acortan, los verbos llegan a desaparecer, desaparece también toda referencia superflua (parece como si finalmente hubiésemos abandonado la ficción), llegando al final deprisa, con urgencia, casi sin resuello, antes incluso que el cuento acabe y el final nos pille con una sorpresa que nos roba, definitivamente, el poco aliento que aún nos quedaba en los pulmones… de la mente.

Y por este camino, el de la sublimación, eliminando lo superfluo, llegamos a la…

Propuesta para el próximo día
Los asesinos, de Ernest Hemingway, como cuento paradigmático de lo que se ha dado en llamar el Realismo sucio, género literario que se caracteriza por la sordidez de los temas, relatados en un estilo minimalista; llamado así porque reduce la expresión al mínimo, condensando así la emoción.

No hay comentarios:

Publicar un comentario