sábado, 12 de noviembre de 2011

Ángel Camacho, un itinerario en tres tiempos

Rafael Fernández, uno de los
mayores estudiosos del teatro canario
Ángel Camacho Cabrera es miembro de aquel grupo que, con inquietudes sociales y críticas, al calor del realismo de época, irrumpe en nuestros teatros catapultado, al decir de Luis Alemany, por "una especie de necesidad generacional, no concertada de antemano, sino que surge espontáneamente [caracterizada por] (...) una coincidente preocupación intelectual por el teatro, por el hombre por la sociedad y por el mundo".

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La obra de Ángel Camacho es un claro ejemplo de lo que Ruiz Ramón denomina el paso del realismo a la alegoría, cambio que se observa en otros autores peninsulares: Lauro Olmo, Muñiz, Martín Recuerda, etc. Éste es un proceso que abarca de 1962 a 1978, aproximadamente. Como muchos escritores teatrales, Camacho se ha adentrado en diversas posibilidades dramáticas y escrito para otros públicos: el café teatro, la pantomima, el teatro infantil (al que tiene especial devoción.) [...] Es interesante comprobar que la alegoría social, polisémica, de Los Huéspedes -presidida por un pesimismo catastrofista- es casi coetánea de Nana para unos ojos sin sueño: la primera estrenada en 1978 y la segunda, escrita en 1977: son los dos polos de la búsqueda de un lenguaje dramático propio.

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El ciclo creativo de Ángel Camacho sería del realismo a la introspección psicológica pasando por la alegoría. Así pues, del realismo más o menos crítico, a la metáfora social y de ésta al adentramiento en los temas en que el hombre busca dar respuesta a esenciales interrogantes de la existencia, encarnados en personajes a los que disecciona con el escalpelo del diálogo introspectivo. Paralelamente, se corresponde a la actitud discursiva, una arquitectura teatral más compleja, más elaborada, cuyo precedente está en Symposium.

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La actual etapa está representada por El último engaño y algunas otras obras más que esperan ver la luz. Los dos rasgos relevantes son: primero, el acercamiento -ya ensayado desde Nana para unos ojos sin sueño- a factores propios de lo que en la década de los sesenta se denominó cultura de los mass media. Es decir, una mayor aproximación a las butacas por claves emocionales y efectistas, que apelan a la complicidad del espectador. Segundo, la búsqueda de la espectacularidad, herencia de la renovación teatral que se cierra en el inicio de los años setenta. Hoy se ha llegado a una etapa de "compromiso", casi ecléctica en cuanto a la defensa de las diversas dramaturgias y del "teatro del cuerpo".

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El teatro de Ángel Camacho ha ido respondiendo -adecuándose como un guante a su mano- a los estímulos que el entorno socio-histórico ha proyectado en su venero creativo. Así, en su largo itinerario nos ha dejado un abigarrado haz de obras.

Rafael Fernández Hernández
Introducción a "El último engaño"
Gobierno de Canarias, 1990

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