martes, 15 de noviembre de 2011

El teatro de Ángel Camacho

José Monleón, hombre de teatro
Dos obras de Ángel Camacho, Simposium y Nana por unos ojos sin sueño (...) reafirman no ya la solidez de una vocación, sino la categoría dramática de un autor.

Incluido entre los autores del “teatro social”, es decir, entre los que, durante los años del franquismo, se esforzaron en denunciar una serie de mecanismos del poder, o, simplemente, de conductas de orden político, corre ahora el injusto peligro como tantos autores de su edad y circunstancias, de dársele por acabado por el hecho de haber muerto la Dictadura. Inútil insistir en la falacia de esta generalización. [...]

El caso de Ángel Camacho liga perfectamente con esta reflexión. […] De su teatro no podría decirse que era político, en el sentido más restrictivo del término, pero sí que era un teatro crítico, en el que, detrás de la alegoría, podía advertirse un juicio claro y adverso respecto del sistema social dominante. A veces, como en el caso de La chaqueta, la alegoría se formulaba dentro del estilo de la farsa y de la sátira. Era el suyo, por decirlo con otras palabras, un teatro en el que solía buscarse –y tal vez lo tenía- el “mensaje”, con todo lo que esto puede tener de limitación en la obra dramática.

Por ello, no es extraño que Simposium pareciera, cuando se estrenó en el 73, una pieza especialmente empeñada en “explicar” las causas sociales de la homosexualidad. Reducido su texto original a una versión abreviada, es más que probable que la reducción se hiciera, precisamente, para acentuar el “mensaje” en perjuicio de otras dimensiones del drama. Porque existe, sin duda, la denuncia o el “mensaje” en cuestión, pero la obra es muchísimo más. Incluso me atrevería a escribir que esa denuncia es lo menos válido del drama y que el autor podría muy bien eliminar cuanto la hace explícita. Lo interesante es la capacidad de Ángel Camacho para crear el personaje femenino protagonista y para situarlo en una atmósfera de sordidez y desvalimiento que nos remite al mundo de Tennessee Williams.

[…]

Nana para unos ojos sin sueño resulta así un drama de la condición femenina en una sociedad organizada y dirigida por los hombres. Como en Casa de muñecas, la anécdota es un episodio que permite entender la realidad femenina en términos que van mucho más allá de la historia que se cuenta. Una historia que sólo es, al fin y al cabo, una consecuencia.  

Camacho ha escrito otras muchas obras. Van desde las pantomimas a su divertido Herodoto, ¡qué amigo fantástico!, obra para niños, pasando por piezas breves, como La ejecución, que es algo así como una confesión amarga sobre el decepcionante choque de un autor nuevo con los vicios y rutinas de la práctica escénica.

Muchas comunidades españolas buscan ahora, con su autonomía política, un teatro arraigado en su particular manera de encarar el mundo. Por múltiples razones, Canarias es una de las tierras más lícitamente empeñadas en hacer aflorar las singularidades que derivan de su geografía, de su paisaje y de su historia. Lo ridículo es confundir la identidad con la estampa folklórica. Quizá Camacho sea, además de un autor impregnado de referencias universales, una de las manifestaciones teatrales más claras de la sensibilidad insular, de esa conciencia de lejanía que caracteriza al hombre canario.

José Monleón
Revista Primer Acto, nº198.
Marzo-Abril de 1983

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